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Don Quijote y Sancho: Encuentros en la Primera Fase

 

Don Quijote y Sancho se encuentran como “por casualidad” con los visitantes que efectúan un recorrido por la casa natal de Cervantes (sita ésta en la villa bien hallada y mejor conservada que atiende por el nombre de Alcalá de Henares). Don Quijote se dirige a los mismos en tono mas bien coloquial:

 

“¡Buen día os dé Dios!. ¿Dónde van vuesas mercedes ataviadas de tal modo, que a fuer de ser sincero parecéis miembros de alguna cofradía de nazarenos ....o por mi fé amigo Sancho que estas pobres gentes,  a tenor de sus atuendos van errantes por el mundo portando el suplicio del sortilegio fruto de las artes malignas de algún mago?”

 

Sancho mira a los forasteros entre desconfiado y curioso a la vez y con aire mas bien incrédulo dice a Don Quijote:

 

“Mi amo, que me dá a mi la idea de que lo que ahora vemos, es lo que el vino que anoche nos dio la posadera del mesón, hace que nuestros ojos vean,... ¡ya decía yo que estaba un poco... si me lo permite vuesa merced, demasiao pasao!”

 

“¡Sancho amigo mio!, te perdono por el afecto que te profeso el desvarío que achacas a mis fueros. En un hidalgo de mi alcurnia debe imperar siempre la lucidez, el buen criterio, la rectitud del buen pensar... incluso si por los azares de nuestras aventuras, nos vemos en la obligación de hacer honor a la mesa con la que los nobles tienen a bien compartir con tan insigne compañía, como es la nuestra.  Siempre se ha de tratar con templaza y buen criterio ya que las cosas del cuerpo no deben enturbiar aquellas que sirven para regocijo del alma. 

Nosotros Sancho somos la encarnación del espíritu de la caballería y por tanto tenemos que contemplar la realidad que nos rodea con nuestro ojos sin prestar demasiada atención a lo que nuestro pensar nos lleve, que es de buen caballero bien nacido ver el mundo tal y como es y a fuer de las virtudes que todo caballero debe tener, deshacer entuertos y proteger al mas débil y desfavorecido.”

 

“¡Amigo Sancho mira a estas gentes!” Continuo don Quijote dirigiéndose a Sancho como si le recriminase y sintiese al mismo tiempo lastima de los allí presentes:

“La realidad nos dice que un mago perverso los ha hechizado en virtud de sus malas artes, dándole la apariencia que ahora vemos con nuestros ojos. Mira esos casallos, y esas perneras, tan ajustadas, eso no puede ser obra de los mortales sino de algún ser maligno que ha condenado a estas pobres gentes a estar atrapados, en tan estrecha morada. ¡Pero por mi fé de caballero,” arengó don Quijote, blandiendo ya en la mano su espada que apuntaba desafiante hacia las alturas,”os prometo que en mi afán de proteger a los mas desfavorecidos mi espada no descansará hasta haberos librado de tal sortilegio!”

 

Sancho por su parte algo atemorizado por la reacción que las palabras de Don Quijote hubiesen podido producir en los forasteros y pensando en otras experiencias similares, se dirige a el casi susurrante, como evitando que los demás le escuchasen:

 

“Mi amo, ¡no levantéis mucho la voz que son muchos y sin por ventura el encantamiento llevan a esas pobres gentes a tomarlas con nosotros...  sin que ellos lo quieran... pero por la fuerza del hechizo... nos veremos en una mala situación...! Lo mejor mi señor es que hagamos como si no hubiésemos visto a ninguna alma por estos lugares y continuemos nuestro camino, por estas calles que a decir verdad las encuentro algo cambiada.”

Don Quijote le respondió con aire mas bien altivo y coloquial, aunque  complaciente:

 

“Cierto buen escudero. La prudencia en este caso requiere recato. Incluso paréceme que estas frases que nuestros labios se atreven a pronunciar se producen algo extrañas, como si no fuésemos nosotros, como si estuviésemos en un sueño. ¡Ah amigos cuan sutil es el arte de la brujería! No es de extrañar que algún mago celoso de nuestra fama y buen hacer ha querido trastocarnos en un estado en el que no somos lo que parece, ni seremos lo que hemos viniendo siendo.

“Demos pues por zanjado el asunto y dejemos que estas pobres gente sigan su camino ya que aunque pareciéndonos presa de un sortilegio, por su semblante dan muestras de como si estuviesen contentos con la suerte que las artes del mago las han deparado.”

“¡Quedad pues con Diós damas y señores, y sabed que no debéis encontraros tristes ni abatidos ya que la noble orden de la caballería vela para proteger a vuesas mercedes!”

 

Dicho esto Don Quijote y Sancho prosiguen su camino como si se tratase de dos figuras errantes. A pesar de todo, Sancho, prudente el y siempre ojo avizor, no pudo evitar sin embargo echar una mirada hacia atrás como si quisiese asegurarse de que los forasteros se iban difuminando en la lejanía...

 

 

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